#ElPerúQueQueremos

El riesgo de tener varias relaciones clandestinas

Publicado: 2012-04-12

Un asunto personal que remediar

Todavía puedo escuchar en mis nítidos recuerdos aquellas advertencias de mi mamá antes de pillar el avión que me mandaría a Madrid: “Chau mi amor, cuídate mucho, no hables con extraños, estudia y toma fotos. Ah, me olvidada: no seas tan promiscua. Besitos, besitos”. Perdón, ¿que no sea tan promiscua? No creo haber llegado a ese nivel, pero sabía perfectamente qué me quería decir con sus palabras. “Qué sabias son las madres a veces”, pensé. Cómo intuyen cada uno de los movimientos de sus hijos, a pesar de que ellos no le cuenten nada sobre su vida íntima. A pesar de que ya te has ido de la casa.

Salvo por algunos improvisados atracones, durante mis primeros días en el extranjero traté de seguir a rajatabla los consejos de mi mamá. “No seré promiscua”, me repetía. Y hasta hoy me empeño en cumplir los mandamientos de castidad que me aconsejó mi mamá no deshonrar. No obstante, acá me gritan que haga todo lo contrario:  

- Eres libre y estás en una ciudad donde nadie te va a juzgar. Te aconsejo que, por el tiempo que dure tu estancia, te folles a todos los que te dé gana. Al regresar a Perú todo será diferente –me dijo un amigo.

- Pero soy mujer –argüí.

- ¿Eso qué tiene que ver? Si supieras cómo son las españolas te sorprenderías. Ellas son las que deciden con quién tirar y cuándo hacerlo. No hay más que decir.

Es cierto. No conozco la mentalidad de las españolas, pero en estas tierras se huele a lo lejos una liberación sexual del género femenino, que en Lima solo existe en las utopías de ciertas personas, pero acá se vive de facto. Me consta que en Madrid algunas chicas de 30 años se sienten unas muchachas que gozan “su segunda adolescencia” y no se sienten angustiadas porque “ya es hora de tener hijos” o “conseguir un marido de buen talante y apellido”.  Todo lo contario. Mi antigua compañera de piso me contó que acá la mayoría de mujeres no anda con rodeos cuando se trata de satisfacer sus instintos sexuales. Y los hombres parece que no se hacen tantos rollos ni se ponen a juzgar con chismes maliciosos (que solo buscan derrumbar la reputación de su contraparte) por haber sido ella la que tomó la iniciativa. También he escuchado por fuentes directas que cuando la libido de las españolas anda por los suelos, pues pobre del señorito que le dice cumplidos fuera de contexto. Puede terminar arañado.

¡Qué buena vida la de mis compañeras! Si así se pinta el panorama, pues yo también podría optar por llevar una vida sexual bastante libertina. Terminar fatigada de mis clases e ir todas las veces que tenga ganas a un bar y llevar a un hombre anónimo a mi cama. ¿Quién se enteraría? ¿Y ahora quién me podrá juzgar? Responde mi querida Lima, ¡responde! Por ahora estoy exenta de la mirada acuciosa de la sociedad donde nací. Ampay me salvo.

Pero soy sincera. Prefiero abstenerme de ligar con extraños hasta el hartazgo. Más allá de incomodar a mi compañera de piso por llevar un tercero que haga ruidos raros por la madrugada, creo que ya pasé por esa época en que me sabía excitante tener una aventura con un anónimo. Hoy prefiero levantarme con un conocido a mi costado, en vez de tener que soportar ese putrefacto olor del cigarro mezclado con alcohol que suelta ese chico que, por cuestiones del azahar, se acostó conmigo.

- Oye, discúlpame, ¿cómo era que te llamabas? –tengo que preguntar en aquellas ocasiones.

- Rigoberto. Pero si te lo repetí diez veces ayer mientras tomábamos unas cervezas.

- Ah, perdón. Creo que tomé un poquito más de la cuenta. En todo caso, ¿me puedes invitar un vaso de agua?

- Claro. ¿Nos volveremos a ver luego de esta noche?

- Seguro. Al menos ya sabes dónde vivo –digo, pero sé que es mentira.

No me gusta que un desconocido esté mirando mis defectos en la cama. Prefiero entrar en confianza con amantes fijos. Pero muchos hombres a la vez también es peligroso. Ya he pasado por eso. “¡Qué horror! Hay chicas que se desesperan porque no consiguen a nadie y tú los sacas hasta del calzón”, me decía mi hermana mayor en un momento en que salía con tres chicos a la vez. 

Tener varios amantes puede traer nocivas consecuencias si no lo sabes manejar. En mi caso, llegó un punto en que todos los hombres me daban igual en términos sentimentales. Ya no sabía distinguir entre aquel chico que estaba dispuesto a aguantarme en las buenas y en las malas, que de aquel otro que solo me buscaba para pasar el rato. Para mí todos venían a lo mismo. Podía ser un cagón o un joven adorable por descubrir. Pero el hecho de saltar de relación en relación hizo que ya no tuviera ganas de pulsear a mis pretendientes con pruebitas de amor, hasta quedarme con el que de verdad me quería.  

 

En esta historia no soy la víctima. También tuve mis errores. Como no pronunciar la mágica frase: “Oye, me buscas demasiado, tengo derecho a preguntarte, ¿qué coño quieres conmigo?” Al ser indiferente con todos los hombres, no reclamé lo suficiente ni me di mi lugar. Lo trágico es que así vivía ocultando información y me avergonzaba si un nuevo affaire interesado me preguntaba si tenía novio o algo parecido. Y siempre tenía que mentir sobre mi verdadera situación. “No, no tengo nada de nada”. Falso. Claro que al final ese nuevo amante me descubría, pues el teléfono de una mujer sabe delatarla. ¿Tenía algo de malo el ser transparente o que ellos conozcan mi estatus sentimental? No, si se dejaban las cosas claras desde el principio.

Hoy busco en una relación sinceridad total (de ambas partes, por supuesto) en vez de regalar falsas ilusiones o que me den falsas ilusiones. Ya no quiero seguir ensuciando mis manos de hipocresía y promesas amorosas incumplidas.

No creo que esté mal que una chica soltera salga con cuantos hombres se le cruzan por el camino. Pero si va a entrar en remordimientos, aconsejo no hacerlo. Corre el riesgo de no saber reconocer a los chicos que de veras la tienen en cuenta y, por lo contrario, pasar muy malos ratos con pelmazos cuyo deporte preferido es mecer a las mujeres. No hay que dejarse engañar. “Yo no soy uno más de tus hombrecitos”, me decía un ex novio que trató de cambiar mi realidad y al parecer sí me quería. Pero al creer que era uno más, yo solo escapé y me busqué otro, para así terminar por resquebrajar la relación. De tantas parejas al paso, no sabía reconocer el amor.

No he llorado por falta de relaciones, sino por exceso de compromisos que no terminaron de cuajarse. Tengo una extensa colección de historias con hombres de mi pasado, pero no por ello soy más feliz. Reprimirse no funciona (el cuerpo siempre pide). Pero tener chicos en exceso, menos. Ya entiendo mejor las palabras de mi hermana y mi intuitiva mamá. No me piden que sea una mojigata o no disfrute de mi juventud. Ellas solo quieren que no sufra más.


Escrito por

ianamalaga

Tengo una colección tan grande de historias personales que ya solo me queda burlarme de mí misma.


Publicado en

El Club de la Manzana

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