Estaba afuera cuando escuchaba que el Perú andaba mejor que nunca. Que el crecimiento económico ya no se detenía. Que éramos los líderes de la región y que nadie nos paraba en esa álgida tarea por generar más y más riqueza (claro que solo para unos cuantos). Que las inversiones seguían en franca evolución y que eso de que alguna vez los peruanos andábamos arruinados por la crisis y la leche era un bien escaso o que alguna vez sufrimos una sangrienta lucha armada era un difuso recuerdo. “Eso quedó en el olvido. Ya solo nos vamos ‘palante’”, escuchaba repetir. “Qué bueno”, pensé yo. 

Ya no estaba afuera cuando ayer unos amigos periodistas y yo veíamos en pantalla cómo un policía era crudamente apedreado por unos maleantes de La Parada. Como si fuera un muñeco que se le podía zampar un ladrillazo por estar uniformado. Eso fue una estampida a la sensibilidad televidente que personalmente me hizo notar que el Perú no ha avanzado como algunos proclaman. La violencia sin piedad y la informalidad continúan. Y son dos lacras latentes que no se acabarán con eso que llamamos crecimiento económico.

Ayer murió una persona y por lo menos 41 hoy están internadas hoy en el hospital tras los disturbios ocurridos ayer por el intento del Municipio de Lima de restringir el ingreso de camiones pesados con productos perecibles a La Parada. Pongamos las cosas sobre la balanza. Una revuelta causada por la informalidad no podía acabar con una vida humana y dejar a tantísimas personas con graves heridas, que a veces ni el olvido de unos cuantos logra curar.

Hace dos días un amigo me advirtió: “No te creas todo ese optimismo peruano. Y tú lo debes saber mejor que yo por tu trabajo (soy periodista en temas de economía)”. Hizo bien en recordármelo. Empezamos a repasar y nos dimos cuenta que el Perú crece pero hay mucho más desigualdad que antes. ¡Y vaya que la pobreza se ve en los pies descalzos de miles de niños en provincias que año a año soportan heladas que una persona limeña simplemente no podría aguantar! Que las inversiones extranjeras continúan pero, ¿por qué será que día a día crecen los conflictos socio ambiéntales armados? Hay algo en ese agitado crecimiento económico que no cuadra.

Hoy los bancos le sonríen y prometen financiar un lujoso departamento al trabajador que demuestra ganar como mínimo S/.3.000 mensuales y haberse establecido en la planilla de una gran empresa trasnacional que quien sabe algún día le dé la espalda. ¡Pero pobre del pequeño agricultor que ose visitar al banco para pedir tecnificar su humilde chacha! No es mi rollo designar. Pero algo anda mal si nuestro sistema solo le abre las puertas a la persona que trabaja en una gran firma y acumula y acumula lujos pensando que así ganará la carrera por obtener la felicidad. ¿De qué felicidad hablamos si cuando se viaja a los lugares más recónditos del Perú se ven niños desnutridos y maltrechos rodeados de moscas que en vez de alimentarlos se carcomen su futuro?

Yo no regresé al Perú porque esté mejor y quiera tomar partido. Yo regresé porque, hey ‘choche’, es mi país. Acá me crie, acá tengo familia, acá conocí a mis mejores amigos (que han demostrado estar conmigo en las buenas y en las malas). No en el otro lado. Acá tengo mis proyectos y tareas pendientes marcadas en un ‘checklist’ y acá he realizado los viajes más aleccionadores y alucinantes que a un periodista le puede tocar. Acá quiero hacer patria, no en otro lado.

Pero señores, lo de ayer fue una masacre a sangre fría. Entonces, no me cuenten el ’floro’ que el Perú está mejor. Algo anda mal en la forma cómo estamos avanzando. Repensemos nuestro modelo económico y sistema de valores. Requieren de muchos más cambios.

La Parada. Buen nombre para recordar que es hora de hacer un alto. Que paremos, que nos detengamos. ¡Stop! Los peruanos ya no debemos caminar sin virar los ojos a los costados. Eso solo nos llevará a recibir más piedrazos y golpes castigados por la indiferencia.

Texto originalmente publicado en #Radar 5 de Coherencia.pe el 26/10/2012.