#ElPerúQueQueremos

Una alegoría del hueveo

Publicado: 2014-03-15

Lo que les voy a contar, a modo de historieta, es mi vida en el exilio. En Madrid, para ser exactos. Y es que algunos amigos de por allá una vez me lo pidieron, a modo de recado, y por acá también me dijeron que haga el intento.   

Me fui a España un año para estudiar y, por qué no, para reformular algunos aspectos de mi vida personal. Entonces, más allá de todo lo que chanqué detrás del pupitre (como siempre he acostumbrado), estar en España también implicaba, al menos para mí, tener mucho tiempo libre. Entonces no busqué un trabajo bien remunerado (porque vivía de mis propios ahorros y me fui teniendo uno), ni tampoco insertarme al sistema laboral español. Yo solo quería tener mi año sabático, pues creía que había trabajado mucho desde los 20 años. ¡Yo solo quería huevear!

Y eso me permitió salir a las calles y conocer a los indignados del 15-M, a los okupas de Lavapiés, a los hipsters de Malasaña, a los nini, a mendigos que se disfrazaban de estatuas bufonescas por unas cuantas monedas y a jóvenes que se agarraban a hostias en la Puerta del Sol en busca de que el Estado escuche sus reclamos.

Estaban en crisis y tenían que vérselas para sobrevivir. Eran miles de jóvenes frustrados. Eran jóvenes que tenían estudios superiores y hasta maestrías, pero la sociedad se burló tanto de ellos que los hizo herederos de deudas impagables. Entonces, uno de cada dos jóvenes en España no tenía trabajo, por lo que a muchos no les quedaba otra que llegar a sus 30 y seguir dependiendo de la ayuda económica de sus padres y detener cualquier perspectiva de crecer profesionalmente. Me dio pena. Es lo que vi.

“No intentes ser convencional en Madrid”, fue lo primero que me inculcaron los amigos que conocí. Les juro que es verdad. Y como yo tenía mucha fascinación por mi objeto de deseo (Madrid), terminé parando con excéntricos, groupies, escritores de jam sesions y el último poeta maldito de la ciudad que, más allá de las discrepancias que tuvimos, se convirtió en mi mejor amigo.

Casi todos los viernes iba al Bar Bukowski de Malasaña a escuchar o recitar poesía y estar con la gente que se terminó convirtiendo en mi especie de familia. ¡Si hasta dirigí las Tertulias Literarias Exiles de Madrid unas cuantas veces! Y por más que intuía que unos cuantos amigos pensaban que los estaba hueveando cuando les contaba que en mi país tenía muchísimo trabajo (la crisis los hacía desconfiar mucho), ellos escucharon mis paltas atentamente como si estuviera en un diván. Y por eso los extraño mucho y les estoy agradecida.

Pero resultó que un día un peruano muy sensible vino a visitarnos y vio la escena.

–¿Qué estás haciendo?, -me preguntó-. No me digas que estás hueveando….

–Es que así lo he decidido.

–Sí, pero quedarse es una trampa si no consigues los contactos adecuados y frecuentas a puros perroflautas (hippies). Piensa bien que tienes que hacer por España y qué tienes que hacer por tu país. Mídelo bien.

Me hizo repensar. La senda del Underground Poet no era lo único que quería para mí. Sin darme cuenta, entregarme al ocio me estaba pasando de vueltas. Por no decir que en Madrid me convertí en una persona vulnerable, que en vez de parecer periodista, entrevistar a funcionarios importantes y buscar información relevante para la sociedad (como lo venía haciendo antes de irme), me la pasaba preguntando y diciendo huevadas a las personas que me ofrecieron su amistad. Pido las disculpas del caso. ¡No era mi problema!

Después de mi viaje me quedé muy preocupada por la juventud. Según un estudio del BID, 32 millones de personas entre 15 y 29 años en América Latina, es decir 1 de cada 5 jóvenes, no estudia ni trabaja. Entonces, no les queda otra más que huevear. Y por esa situación surgen jóvenes “en riesgo” de caer en la delincuencia, maltrato o abuso de drogas. Yo pude elegir por un tiempo limitado no trabajar, pero hay millones de jóvenes en el mundo que no tienen la misma opción. O buscan un trabajo de acuerdo a sus aprendizajes y expectativas y no lo consiguen. ¡Eso no es justo para toda una generación!

Madrid es una ciudad fascinante que te permite dejarte de huevadas y ser como te da la gana, pero el hecho de tener una rutina muy desordenada estaba haciendo estragos sobre mi persona. Estaba olvidando que, aunque mis amigos de allá no me creyeran, como periodista yo sé lo que es trabajar mucho, que voy rápido, que me han enseñado a joder de preguntas hasta tener buena información, y que esta información se agarra y se estruja hasta que las múltiples preguntas se conviertan en respuestas. Y todo toma consistencia. “Vamos chica que en Perú tú consigues muchas cosas. ¿O querías que la crisis o alguien te siga hueveando?”, me soltó un amigo peruano. Tenía razón. Por eso preferí regresar.

No sé cómo cayó en mis manos, pero apenas regresé a mi trabajo me tocó entrevistar a un gurú internacional de la juventud.

–Son muy pocos jóvenes en el mundo que realmente logran vivir de sus sueños. La enorme mayoría solo sobrevive. –me dijo.

–¿Eso qué trae como consecuencia?

–Que estamos perdiendo una enorme masa de jóvenes brillantes que podrían generar muchas soluciones para enfrentar problemas mundiales, como la pobreza, el hambre o el cambio climático.

Yo le doy la razón. Más allá de estar en crisis o no, los jóvenes deben aprender a tomar riesgos y emprender bajo cualquier circunstancia. Queda mucho por hacer jóvenes. Nadie merece ser víctima del hueveo. No nos quedemos sin hacer nada ante los problemas.

Texto publicado originalmente en #Radar 5 de Coherencia.pe el 17/12/12. 


Escrito por

ianamalaga

Tengo una colección tan grande de historias personales que ya solo me queda burlarme de mí misma.


Publicado en

El Club de la Manzana

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